Cierta vez, cuando Hyakujo impartía unas lecciones de Zen, un anciano asistía a ellas sin que los monjes reparasen en él. Al final de cada charla, cuando los monjes se marchaban, él también se iba. Pero un día se quedó después de que los demás se hubieran ido y Hyakujo le preguntó: “¿Quién eres?”
“No soy un ser humano” respondió el anciano, “pero lo fui cuando el Buda Kashapa predicaba en este mundo. Yo era maestro de Zen y vivía en esta montaña. En aquel entonces uno de mis alumnos me preguntó si el hombre iluminado está sometido o no a la ley de la causa (Karma). Le respondí: ‘El hombre iluminado no está sometido a la ley de la causa’. Como esta respuesta evidenciaba que me aferraba a lo absoluto, me convertí en un zorro durante quinientos renacimientos y todavía soy un zorro. ¿Me salvarás de esta condición con tus palabras de Zen y me permitirás salir del cuerpo de un zorro?, ¿puedo ahora preguntarte si el hombre iluminado está sometido a la ley de la causa?”
“El hombre iluminado forma una unidad con la ley de la causa” respondió Hyakujo.
Al oír estas palabras el hombre quedó iluminado.
“Me he liberado” dijo, rindiendo tributo con una profunda reverencia “Ya no soy un zorro, pero he de dejar mi cuerpo en el lugar donde habito detrás de esta montaña. Por favor, celebra mi funeral como el monje que fui.”
Dicho esto, el anciano desapareció.
Al día siguiente, Hyakujo ordenó, a través del superior de los monjes, que se dispusieran a asistir al funeral de un monje.
“No había nadie enfermo en la enfermería” comentaron los monjes, intrigados “¿Qué querrá decir nuestro maestro?”
Después de la comida, Hyakujo precedió a los monjes al exterior y rodearon la montaña. Con su bastón, sacó de una cueva el cadáver de un zorro y llevó a cabo la ceremonia de la cremación.
Aquella noche Hyakujo dio a los monjes una charla y les contó esta historia sobre la ley de la causa.
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Al oír el relato, Obaku le preguntó a Hyakujo:
“Eso lo comprendí hace mucho tiempo, porque cierta persona que dio una respuesta equivocada a una pregunta de Zen se convirtió en zorro durante quinientos renacimientos. Ahora deseo preguntar: si a un maestro moderno se le hacen muchas preguntas y siempre da la respuesta correcta, ¿qué será de él?”
“Acércate a mí y te lo diré” respondió Hyakujo.
Okabu se acercó a Hyakujo y le abofeteó, pues sabía que ésa era la respuesta que su maestro quería darle.
Hyakujo palmoteó y se echó a reír ante tal discernimiento.
“Creí que un bárbaro tenía la barba roja” comentó, “y ahora conozco a un bárbaro que tiene la barba roja”.
1 comentario:
Muchas gracias Toni
Un abrazo
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